Las inquietantes escenas que plantea Tomás Miñambres ya destacaron el año pasado en premios tan prestigiosos como el ABC de FotografÃa o el proyecto Generaciones de Caja Madrid, señalándole como uno de los valores en alza del panorama nacional. Su actual exposición en Espacio LÃquido recoge trabajos en vÃdeo y presenta al completo sus dos series fotográficas más laureadas, tituladas Uno y AhÃ, que expuso parcialmente en el Museo Barjola (Gijón, 2003) y en la galerÃa Trama (Madrid, 2004). El conjunto permite analizar la compleja narratividad de estas obras, donde los individuos se fusionan con el entorno para hablar del espacio y el tiempo, señalando la cotidianeidad como piedra filosofal de un eficaz discurso, más allá de lo polÃticamente correcto. AsÃ, en las imágenes de Miñambres se perciben reflexiones, temores y una exquisita calidad técnica que apura al máximo la teatralidad y el hieratismo de los personajes, entre el drama y la profundidad psicológica, entre realidades y deseos, bajo análisis casi freudianos y serenidades paisajÃsticas que carician los lÃmites de lo romántico.
El asturiano Tomás Miñambres es uno de los jóvenes valores de la fotografÃa actual. Galardonado recientemente con el premio ABC de FotografÃa y con menciones de honor en Generación 2004 y en los premios de Arte de Caja Madrid, presenta ahora, prácticamente al completo, dos de sus últimas series: las tituladas Uno y AhÃ, además de un avance de sus inquietudes actuales en Nocturno. En ellas trabaja con un discurso muy coherente acerca del individuo y su conexión con el entorno. Dentro de la cotidianeidad de paisajes o interiores, sitúa âen cuidados escenariosâ a personajes duplicados que no sólo ocupan el espacio o lo animan, sino que pasan a fusionarse en el lugar. No se trata de una disertación sobre el yo y el otro, ni tampoco una entelequia romántica acerca de la pulsión psÃquica del hombre con el entorno. Creo que Miñambres aspira a retratar a los seres humanos acoplados al espacio, como objetos que lo tensionan, lo usan y lo cambian. Y lo hace al menos con dos genialidades: con una más que destacable calidad técnica que se materializa en la riqueza plástica y lumÃnica de sus fotografÃas y, por otra parte, explotando la ambigüedad narrativa de las imágenes. Porque en ciertas piezas opera con una vocación surrealista, comparable a la pintura de Magritte o Delvaux, buscando el misterio de lo cotidiano, con reflejos ilógicos en el espejo, presencias repetidas en el paisaje o continuas dislocaciones de los individuos dentro de los escenarios. Porque, como apuntaba André Bretón en Nadja, el alma surrealista atrapa las cosas comunes haciéndolas trascender de su mera presencia. Ciertamente, la fotografÃa de Miñambres trata de presencias transcendidas, de territorios ocupados, de la aleación entre lo cercano y lo universal, y del misterio de la vida.
La gente es tan tonta que se cree lo que ponen en los libros,
incluso se creen lo de las revistas. La gente cada vez parece un poco más
tonta. Menos mal que todavÃa existe resistencia en varios lugares y , aunque no
son muchos los rebeldes a la atrofia de lo común, si es verdad que hay más de
los que podemos ver. Detrás de tanto escaparate y tanto despiste se esconden
personas que no necesitan darse a conocer o que juegan a ser otra cosa para
poder ser lo que realmente son. Conozco a muchos de ellos por que yo, en un dÃa
tambieén creà pertenecer a ese grupo de disidentes de los tiempos impuestos.
Hoy me atrevo a hablar despacio de ese colectivo de personas no asociadas que
incluso no se conocen entre si. Y digo me atrevo por que desde que dejé de
pertenecer a ellos he dedicado parte de mi vida a intentar descurir que es lo
que sostiene este espacio de oposición a la verdad-mentira que opera en esta
sociedad.
Mi propia experiencia ha sido la que definitivamente me ha
facilitado las claves para entender estos comportamientos. Primero se empieza
escarbando donde no se espera. Segundo descubriendo lo que menos se espera.
Tercero siendo uno mismo la espera. Cuarto, uno se deja llevar y empiezan a
aparecer las cosas simples pero escondidas para los demás. Es algo parecido a
eso que ocurre con esos dibujitos de absurdas imágenes formadas por colores en
los que te quedas fijo un rato y
aparecen figuras tridimensionales. Es algo similar. En este caso no existe un
papel donde mirar ni una imagen que descubrir. La observación se hace siempre
hacia dentro. El exterior no existe nada más que para aportar las definitivas
conclusiones que cambian completamente al sujeto en cuestión. De pronto uno
descubre ordenes distintas a la hora de contar, abecedarios más simples,
conceptos totalmente desnudos y puros, imagenes que no son legibles y, en
general, sensaciones de Ãndole diferente a las recibidas o generadas
anteriormente.
Llevo más de tres años dedicados a organizar en fichas los
comportamientos y actitudes de todos los disidentes que me voy cruzando. La
información que poseo es muy valiosa y no puede ser expandida publicamente.
Este trabajo lo planteo como el iniciio de una ofensiva definitiva que podrÃa
ampliar los campos de comprensión de la vida y lo vivido. ¿Qué ocurrirá cuando
en televisión se anuncie un coche y solo aparezca una rana? ¿Qué ocurrirá
cuando la televisión desprenda imágenes que no sean ni analógicas ni digitales?
¿qué ocurrirá cuando uno llegue a su casa y sienta la energÃa de cada uno de
los rincones?. Todo parece dispuesto a cambiar. Si alguien lee esto le estará
pareciendo ridÃculo. No importa. La información que estoy dando no puede ser
nada más que confusa y ambigua. No puede ser de otra forma. Solo pueden
entender este escrito aquellos que desde hace tiempo forman parte de esta
especie de secta dispersa.
Existen tantos rebeldes como objetos y elementos. Incluso
existen varios disidentes por cada uno de los objetos que se producen en este
mundo de cosas. Por ejemplo, hay uno dedicado a los bolÃgrafos, otro a los
rotuladores, otro al papel, otro (u otros) a los muros, a las farolas, a las calles, a las
señalizaciones, a las nubes, a los disparos, a los relámpagos, la harina, a las
aceitunas,... y asà hsta millones. Mi fichero se agranda dÃa a dÃa. La
información se acumula y me acerca al momento en el que se producirá el
paulatino cambio que nadie notará pero que a todos y cada uno de los habitantes
de este planeta afectará definitivamente.
La última ficha que he escrito e sla de uno que se dedica a
analizar los espacios a través de la tensión que hay en ellos. Se pasa el dÃa
por las afueras encontrando tensiones pendientes que hay entre lo original
natural y la invasión espacial que elser humano realiza. Está utilizando la
fotografÃa para captar todo esto. No obstante, es una excusa perfecta. Las
imágenes que producen tienen tensión implÃcita. Logra llegar a plantear una
lucha a traves de lo ya ordenado. Es una cuestión de mirar. No hace otra cosa
que mirar y a partir de ahà se colocan los elementos en lucha. No parece que
esté pasando nada aparentemente. Sin embargo existe una batalla atronadora
detrás de esa tramposa calma. La fotografÃa está siendo una vez más utilizada
para materializar los resultados iniciales del experimento. Cualquiera se puede
preguntar qué es lo que aporta alguien que busca tensiones en el paisaje.
Cualquiera, porqué la mayoria de esos cualquiera, aunque lo sientan
diariamente, no quieren llegar a buscar en el paisaje más que su valor de uso.
Lugares de tránsito. Lugares a ocupar. Lugares donde ser o estar. Ahà reside la
clave. No solo existe la base del ser o estar. Hay que ampliar el vocabulario
de la raiz básica para llegar a demostrar que en el espacio uno se
interrelaciona con muchas cosas más que la propia presencia o la acción de la
misma. Cuando definitivamente venga el dÃa en el que todos los que actúan
muestren sus aportaciones, seguramente este aparecerá con una cámara que
captura espacios del alma acoplados a la lente. Será algo curioso, pues uno
podrá salir a la calle y podrá utilizar la lente que autoenfocará motivos en el
espacio donde se desenvuelven interrogaciones, o podrá buscar estados
metafÃsicos acoplados a la cadencia de los propios objetos o al espacio que hay
entre ellos. Además será facil encontrar un lugar donde enfocar en el que ser
uno mismo, o ser otro. El retrato de una persona prescindirá definitivamente de
la piel de la misma y definitivamente arrebatará la simpleza de estar compuesto
siempre de un rostro. Suena absurdo, lo se. No obstante es la realidad de este
del que estoy escribiendo la última ficha de esta investigación.
Hay una secuencia nocturna en âBlue Velvetâ, la pelÃcula rodada por David Lynch en 1985, en la que Jeaffrey Beaumont -interpretado por Kyle MacLachlan- está hablando con Sandy -interpretada por Laura Dern- en el interior de un automóvil aparcado al lado de la carretera, el muchacho, aturdido por el insólito giro que han dado los acontecimientos en la tranquila población de Lumberton exclama âvivimos en un mundo extrañoâ. Esta frase, que refleja la perplejidad ante el descubrimiento de âla extrañezaâ en un mundo cotidiano que aparentemente no encierra ningún misterio me parece bastante apropiada para fijar algunas señas de identidad del trabajo realizado por Tomás Miñambres en los últimos años. La mayor parte de las imágenes que se presentan en esta exposición bajo el enigmático tÃtulo: âUNOâ se caracterizan por su cuidadosa puesta en escena y por un pulso narrativo premeditadamente discontinuo que se conjuga con una seductora utilización de la luz artificial y la manipulación digital que otorga a cada fotografÃa una estimable rotundidad plástica. En coincidencia con otros artistas de su generación que utilizan el soporte fotográfico, la estrategia para la configuración iconográfica de la mayor parte de estas obras se basa en la coexistencia de la sugerencia narrativa con su simultánea frustración. Cada imagen, de hecho, podrÃa ser entendida como âuna pausa que se produce en el transcurso de una narraciónâ, idea que se refuerza al observar dentro de la misma serie otras instantáneas de la misma secuencia. La fragmentación narrativa acaba situando cada imagen en un territorio intersticial entre la realidad y el deseo al que contribuye el estado de amenaza latente que perturba una y otra vez la aparente verosimilitud de ciertas escenas, ubicadas en escenarios más o menos reconocibles. Aunque sobre este particular conviene señalar que estas fotografÃas no nos hablan exactamente del territorio de lo cotidiano, sino más bien, de âlo singular que puede pasarnos cada dÃaâ, estableciéndose de este modo una relación de tensión frente a lo supuestamente real; algo asà como sacar a la luz âaspectos performativos de lo realâ, como en las fotos de los deportistas entrenando- que provoca una desestabilización de la mirada. El resultado es de un efectismo perfectamente controlado que ejerce un atractivo hipnótico sobre el espectador pero cuya lectura no siempre es fácil pues cada imagen está dotada de un componente deliberadamente polisémico en el cual advertimos una calculada ambigüedad semántica relacionable con lo que Roland Barthes denomina en su conocido texto sobre la retórica de la imagen âla cadena flotante de significadosâ que subyace bajo el significante. En este sentido debemos señalar que en una pelÃcula la narración -más o menos continua- facilita la ilusión momentánea de ârealidadâ sin embargo, estas fotografÃas nunca dejan de ser imágenes fijas que interrumpen -o hacen discontinua- dicha narración, el tiempo queda suspendido como si fueran fotogramas seleccionados entre los momentos de tránsito entre dos secuencias, -sin que conozcamos ni la una ni la otra-. Como consecuencia de todo ello el relato convencional se derrumba y ese mundo basado en la ârelación causa-efectoâ es sustituido por un territorio de incertidumbre en el que -al igual que sucede en las pelÃculas de David Lynch- siempre está a punto de pasar algo. Hay en todas estas fotografÃas -especialmente en aquellas que tienen como protagonistas a niños- algo que provoca un sentimiento de desasosiego y frustración en el espectador, nos referimos a la âtensión narrativa irresueltaâ, es decir, a la catarata de preguntas sin respuesta que genera cada imagen. Tomás Miñambres dosifica cuidadosamente la información que nos da sobre cada personaje o sobre cada escenario, obligándonos a decidir de un modo subjetivo el destino de los mismos. Pero esta âindefinición polisémica de los significadosâ puede llegar a ser vista en muchos casos como una âdisfunciónâ que genera en el observador un sentimiento de amenaza al cual Roland Barthes ha denominado âel terror de los signos inciertosâ. En las distintas series que configuran UNO detecto esencialmente tres de estos âsignos inciertosâ: unos escenarios âgenéricamente familiares aunque indeterminadosâ y cuidadosamente preparados, en los que la manipulación digital esta al servicio de una determinada dramatización sicológica, unos personajes inexpresivos, de gesticulación autista, -casi autómata-, que obligan al espectador a proyectar sobre ellos sus propias asociaciones emocionales y en última instancia, la frecuente utilización simultanea en muchas escenas -también mediante manipulación digital- de un personaje y su doble, con todas las implicaciones sicológicas que ello conlleva y permitiendo que cada escena adquiera de este modo una espesura argumental desconcertante. Este último âsignoâ, que a priori remite al trabajo de la británica Wendy McMurdo, nos lleva por el mismo camino a las tres miedos que Freud identificaba como fuentes de lo siniestro: el temor a encontrarnos frente a un ser que no estamos seguros si está inanimado o vivo, el temor a encontrarnos en un lugar desconocido - o bien en un lugar conocido en el que se produce la súbita afloración de anormalidades- y finalmente, el temor a enfrentarnos con nuestro propio doble. Los tres se hallan presentes en las fotografÃas de Tomás Miñambres.
Cuando leÃmos el texto de la obra de Tomás Miñambres y vimos cual habÃa sido para él el punto de partida para la realización del video,â...la idea surgió al ver una foto antigua del año 1952. Se trataba de una vista aérea de cientos de adolescentes (vestidos igual) realizando una tabla de ejercicios en el patio de la universidad laboral...â Encontramos que todo giraba en torno a la idea de âla identidadâ y tal como él mismo describe: como ésta se puede perder, intercambiar, reinventar... En su obra âInteriorâ esto es una constante, ya que la construcción del video; la velocidad, con una cadencia exacta en la repetición de los movimientos, y la propia imagen de la persona basada en la repetición de la misma. Nos hace pensar en que la realidad se nos presenta de manera casi confusa, nos hace dudar de lo que vemos. Esa realidad se nos escapa continuamente, es una cualidad existencial relacionada con el espacio, la contradicción y la intranscendencia. Esto fundamentalmente es lo que sentimos al ver la obra de Tomás, que estamos hechos de espera y ausencia. Las perspectivas que tenemos de nuestras emociones y que están en continua confrontación, nos hace desdibujarnos en multiplicidades cada vez más difÃciles de encajar en un perfil predeterminado por el fracaso. Estas distorsiones crean réplicas de comportamiento que proyectan nuestros miedos y las diversas maneras de enfrentarnos a nosotros mismos. Réplica es sinónimo de copia, reproducción pero también de derecho a objetar, son dos acepciones tan opuestas y encorsetadas en un mismo sustantivo y que definen las conductas de nuestro comportamiento. Pensando sobre este tema no pudimos dejar de recordar uno de nuestros desfiles, âCámara Oscuraâ, en el que trabajamos la puesta en escena sobre esta misma constante, entre contradicción y duda. Planteamos en riguroso directo un juego que se debatÃa entre la realidad y la ficción, el espectador se cuestionaba la veracidad de lo que estaba sucediendo creando simultáneamente dos percepciones muy distintas y análogas en un mismo tiempo y espacio. Mediante una cámara de vigilancia situada en el backstage (lugar donde se encuentran los modelos momentos antes de salir a pasarela) se transmitÃa en directo una imagen hacia las pantallas exteriores, pero ocurrÃa que estas imágenes en muchos casos no eran reales, ya que se mezclaban con otras pregrabadas. Otros artistas han trabajado con conceptos semejantes de simulación y engaño lo que nos lleva a una nueva forma de pensamiento que podemos definir como pensamiento barroco, siempre enraizado con los oscuros recovecos de nuestros temores y ansiedades. Lo siniestro se despliega mediante la repetición y coincidencia, como en âInteriorâ, ese personaje en múltiple formación y realizando el mismo acto repetitivo una y otra vez: el gimnasta que salta una y mil veces el mismo potro, encesta la misma canasta, corre por la misma lÃnea imaginaria de un gimnasio...etc. Y a medida que esta repetición se hace más constante se invoca un sentimiento de fatalidad, de algo inexorable, de la casualidad convertida en destino. Esta simulación quizás es la necesidad de llenar un vacÃo de un mundo solitario y vulgar ocupado exclusivamente por nosotros mismos y donde únicamente nuestros pensamientos nos hacen compañÃa. Texto de Locking Shocking como presentación del video Interior, publicado en el libro catálogo Las Politicas del arte dentro del Proyecto Cultur*AT (Cultura y Patrimonio en las ciudades del Arco Atlántico Europeo)
La IV edición de ARTE LISBOA abrió sus puertas al público en la Feria Internacional de Lisboa-FIL, en el Parque de las Naciones. Participaron en este evento cincuenta y una galerÃas - de Brasil, España, Italia, Mozambique y Portugal. Completaron la selección cuatro galerÃas brasileñas, dos mozambiqueñas, una italiana y doce españolas. Subrayar la calidad e interés de unas obras sobre otras- En este sentido, se enuncian a continuación una selección de highlights. Resulta inevitable mencionar a los consagrados Paula Rego, Helena Almeida, Julião Sarmento, Yves Oppenheim, Arman o Alex Katz. No obstante, si lo que se persigue es la inversión en artistas emergentes, esta edición de ARTE LISBOA puso al descubierto una serie de nombres inminentes del panorama actual portugués, español y brasileño. A saber: Ana Vidigal (G. 111, Portugal)- Rodrigo Oliveira (G. Filomena Soares), Marcela Navascúes (G. Jorge Shirley, Lisboa y Oporto), Jorge Humberto-JOH ( G. Jorge Shirley) , Cristina Lamas ( G. Lisboa 20), Ricardo Valentim (G. Pedro Cera, Lisboa). Pero si hay un aspecto que merece ser resaltado es la excelente calidad de la fotografÃa exhibida en los diversos expositores de la feria. Obras como âAhÃâ, del asturiano Tomás Miñambres (G. Espacio LÃquido, Gijón), el escenario desértico del tándem João Maria Gusmão / Pedro Paiva (Lisboa, Graça Brandão), las séries âMimâ¦â y âColeta da neblinaâ, de Lenora de Barros (São Paulo) y BrÃgida Baltar (Rio de Janeiro)
Tomás Miñambres está especialmente dotado en el arte de la calma, virtud indispensable en esa realidad âoutsiderâ, fuera de las fronteras de lo cotidiano donde reside la rebeldÃa y las inquietudes, donde es posible replantearse lo preestablecido para darse cuenta de que la lÃnea de fuga es viable, esa misma calma llena sus imágenes de sosiego frente a lo inquietante, con la consciencia de saberse al otro lado del espejo. Desde ese otro lado las imágenes se contemplan de otra forma, su comportamiento también es diferente, los pliegues se manifiestan en lo plano, se hace patente que nada es lo que parece, que los lugares guardan distintas dimensiones e historias, de lecturas dependientes de quién y cómo las acometa. Es inevitable la construcción del relato por capas que intentan ocultar lo ocurrido con anterioridad, fabricar un ser desmemoriado que no se interese demasiado por lo que guardan los pliegues donde, por lo general, descansan las claves de la verdad. La curiosidad en los demás es mala compañÃa para el que desea que algo no se conozca.
Tomas Miñambres siente interés por las acciones y acontecimientos donde la presencia se destaca y donde la rutina y la vida cotidiana se dejan de un lado durante un tiempo âacontecimientos modestos sin significado obvio. Asà es cómo Tomas Miñambres describe la fotografÃa que fue la fuente de inspiración para su pelÃcula âInteriorâ; su padre sube a una de las altas torres de la Universidad Laboral ysaca una bella fotografÃa de cientos de jóveneshaciendo sus ejercicios de gimnasia en el patio de laescuela. Los cuerpos de los niños yacen en filas rectas, con sus brazos extendidos a cada lado, creando un diseño gráfico casi abstracto. Tal vez fue un intento por parte de su padre dehacer algo bello mientras sus compañeros supervisaban los ejercicios. Parece que los niños tienen alas, listos para salir volando del lugar donde la autoridad militar y la religión eran dominantes. En âInteriorâ Tomas Miñambres ha duplicado a unjoven que realiza de forma repetida unos movimientos simples y monótonos en el gimnasio de laescuela. Tomas Miñambres describe la historia que está detrás de la fotografÃa como una anécdota, y subraya que prefiere trabajar desde la intuición. Durante la realización de la pelÃcula âInteriorâ trabajaba con un ritmo interno, como un pulso o respiración, aunque los temas de identidad y la influencia polÃtico/religiosa en la creación están muy presentes en esta obra. Catálogo Lugares. Museo Barjola y Wip:sthlm. Stockholm
Tomás Miñambres nos ofrece una exposición sobre su reciente y breve trayectoria, una revisión del trabajo perteneciente a los tres últimos años, fotografÃas y videos. La serie titulada Uno está dedicada a la ambigüedad de la constitución del sujeto, a la vez único e intercambiable. Para ello utiliza sugerentes imágenes en las que aparece la figura del doble que nos constituye, en situaciones en las que la imagen repetida se concreta como sombra, se duplica en un sujeto traidor incapaz de devolvernos la veracidad buscada, o se encarna en gemelos que nos ocultan su rostro, dejando abierto un mundo de posibilidades, de simetrÃas imperfectas. Hay una constante ambigüedad frente al doble que actúa como un espejo falso, situando las figuras en paralelo, una detrás de otra, frente al vacÃo. La otra serie fundamental, titulada AhÃ, ubica toda esta temática, de la unidad constituida en la otredad, en espacios abiertos, en paisajes señalados por una construcción unitaria, como puede ser un muelle o un tunel.
La labor fundamental del fotógrafo no es otra que la de mirar la realidad, saber mirar y posicionarse ante ella, nutrirse de la misma y dejar constancia de la suya propia. En una visita a los trabajos de Tomás Miñambres, mi mirada se detiene en una serie sobre lo que se interpreta como un incendio tratado como reportaje gráfico. En las imágenes, contemplamos una gran columna de humo emergente sobre los edificios, relato de un acontecimiento noticiable y grabado en nuestra retina en sus distintas variables, crónica del desastre cotidiano. La secuencia no está acompañada de texto alguno, carente de pie de foto, las pistas sobre el lugar y el hecho exacto se desvanecen, salvo para quien frecuenta normalmente el sitio o se ve afectado directamente por el drama, suponiendo que el mismo exista. Esta estrategia a la hora de presentar el trabajo nos limita a centrar nuestra propia mirada en la imagen como tal, eliminado todo dato referencial, sólo nos enfrentamos a la imagen y la mirada de quien la realiza y nos la presenta. Volvemos a dirigir nuestros ojos a las fotografÃas y comenzamos a presenciar nuevos detalles dentro de lo expuesto, la lejanÃa de lo acontecido y, sobre todo, el distanciamiento de los personajes que presencian la humareda, en este momento empezamos a comprender la forma de enfrentarse a la misma de quien empuña la cámara igual que se empuña un fusil, enfocando con el objetivo a sus vÃctimas en actitud de desentenderse de la escena, desenmascarándoles ante los demás. Las poses de los personajes, robadas pero estudiadas en su forma de situar el objetivo, representan una actitud contemplativa, de turista deseoso de experiencias que, se supone, están incluidas en el viaje contratado y que esperan no les defraude, no encontramos ningún gesto de implicación frente a la catástrofe, solamente vemos personajes mirando el espectáculo al que hemos reducido la realidad. Continuando con otras series de fotografÃas de Tomás Miñambres, poco a poco la inquietud frente al distanciamiento de lo captado se repite, su atención a personajes solitarios, reflejos de ellos mismos, situados en paisajes desolados nos abre una ventana a toda una metáfora del ser contemporáneo, aislado de referencias. Su insistencia en retratar gente de edades aproximadas, gente joven en lugares que tampoco ofrecen demasiadas alternativas, convierte su trabajo en todo un retrato generacional, cercano a su propio mundo y del que, a pesar de todo, sabe mantener la distancia necesaria para poder mirarlo. Esta manera de posicionarse tras la cámara es mantenida independientemente de aquello que se disponga a fotografiar y del uso que se supongan tengan como destino las imágenes, sea como retención del paisaje urbano, habitado o no, de construcciones que nos rodean en los márgenes de la ciudad, de localizaciones que rozan los lÃmites y las fronteras, del mismo modo que lo hacen los personajes que los frecuentan, enfrentados a sà mismos o como protagonistas de mensajes publicitarios. Otras veces su lente se limita a captar los lugares por los que estos seres deambulan, nos deja sentir su presencia, intuir las formas de quienes dan vida a la soledad presente en todas sus imágenes, hilo conductor del relato que construye sobre clónicos que hablan entre sÃ, compartiendo actividades y miedos consigo mismos, sin que muestren en momento alguno ninguna inclinación a romper esta situación, sin el más mÃnimo atisbo de intentar encontrarse en el otro, con los otros, con nosotros, ensimismados, resignados y clausurados a su propia realidad, retablo icónico también de la nuestra, de la suya.
Hay en la obra de Tomás Miñambres Lara (Gijón, 1971) una seria reflexión sobre el individuo y su relación con el mundo. A modo de interrogantes, sus imágenes crean un reducto de tensión y desasosiego. Ha sido galardonado con menciones de honor en los premios de Arte de Cajamadrid (Generación 2004), el V Premio ABC de FotografÃa, la V Convocatoria Internacional de Jóvenes artistas de la GalerÃa Luis Adelantado , el Concurso Creación ArtÃstica Fundación J. GarcÃa Jiménez, o el XL Certamen Internacional de Artes Plásticas de Pollença, en Mallorca, etc. Su iniciación en la fotografÃa vino marcada por la colaboración con otros artistas, en particular con el japonés afincado en Gijón, Tadanori Yamaguchi. Realizaba su primera individual en 1999, en la Casa Municipal de Cultura de Avilés, a la que seguirÃan otras en la Sala El laboratorio, de Oviedo, la Sala EFTI , de Madrid, la GalerÃa Espacio LÃquido , de Gijón, el Museo Barjola, de esta misma ciudad. Su obra se ha dado a conocer, además, en Colonia, la feria de arte contemporáneo Arco, Linköping en Suecia, el Canal de Isabel II, la GalerÃa LuÃs Adelantado de Valencia, Cajamadrid, la Sala AmadÃs de Madrid, entre otros espacios. Tomás Miñambres se ha decantado, utilizando como medio expresivo el objetivo fotográfico y desde una voluntaria ambigüedad narrativa, por una labor de análisis y cuestionamiento del papel del hombre, tanto en el marco espacial, como en el temporal. Un amplio sector de sus imágenes â es el caso, por ejemplo, del ciclo Umbral, en los años 2001/2002 â se desarrollan en parajes desolados, despoblados, inquietantes en cuanto la sensación de vacÃo, ausencia y de irrealidad que desprenden . Lugares de tránsito, interiores cargados de misterio⦠puestas en escena, en cualquier caso, cuidadosamente estudiadas. Sus imágenes suelen presentar una figura, masculina o femenina, infantil en ocasiones â tales como las que aparecen en las piezas que el artista ha llevado a la exposición ¿Qué arte? - casi siempre solitaria pero que, a veces, se ve duplicada. Actores, protagonistas de onÃricos relatos, que se muestran, bien en actitud de recogimiento, bien de reflexión o de evasión, generando una inquietante expectación e incluso cierta sensación de angustia en el observador. A este fin contribuyen los cuidados efectos lumÃnicos que Miñambres introduce en sus fotografÃas; un tratamiento de la luz que enfatiza la sensación de extrañamiento. La sublimidad inherente a la ausencia. Ya Edmund Burke, uno de los más influyentes estetas del siglo XVIII británico, teorizó sobre el placer de lo sublime asociado al VacÃo, la Oscuridad, la Soledad y el Silencio.
El mundo poético de Tomás Miñambres nos conecta con la intimidad.
No la suya, sino la de todos o, mejor dicho, la de cada uno. Tomás maneja los
estereotipos colectivos que accionan los mecanismos de los recuerdos, de los
olores de la infancia, de las vivencias más cercanas.